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martes, 9 de junio de 2009

¡El canto nuevo de nuestra historia!

Karla Zamora
sofiaunicornio@gmail.com

"Hija, le dijo a Marisol su madre, con los ojos llenos de lágrimas, ¡qué bueno que estas viva para ver esto!". Era la una de la tarde del primero de junio cuando por primera vez un partido de izquierda – fruto de la guerrilla – se convertía en el partido de gobierno. Entonces, la anciana colocha abrazó a su hija, quien también lloraba escuchando la Milonga del fusilado.

Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen. Durante los años 70 la música de la nueva trova latinoamericana alimentó los sueños y aumentó los años de la juventud de la época que se incorporó, en su gran mayoría, a la lucha armada de sus pueblos; así canciones como la Era pariendo, de Silvio Rodríguez, o Créeme, de Vicente Feliú, se volvieron vida en la vida de cientos de salvadoreños como Raúl o Marisol, quienes dejaron las comodidades de la clase media para reconstruirse en la montañas.

"Sé que muchos de mis hermanos cubanos quisieran estar aquí... pero a nosotros nos ha tocado el privilegio de venir a compartir con ustedes este momento... porque sus luchas también han sido las nuestras". Así inició Vicente Feliú en Nuestra América, casa promotora de la cultura recién inaugurada en el país, acompañado de aplausos y de lágrimas, su canto solidario de las seis de la tarde.

Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen. En los 80 el quehacer cultural latinoamericano se consagró solidario con el pueblo salvadoreño a través de películas como El Salvador, el pueblo armado vencerá, de donde nació la canción Farabundo Martí, de Adrián Goizueta, o la composición musical y posterior grabación de los "discos de solidaridad", grabados en Nicaragua o en Cuba, como El tiempo está a favor de los pequeños, disco donde participaron, entre otros, Vicente Feliú y Lázaro García.

Son las tres de la tarde, y 30 años después Goizueta, Feliú, García y Palomares contemplan un pueblo jubiloso y expectante que ha llenado "hasta el tope" el estadio Cuscatlán en la denominada Fiesta Popular. "Para nosotros es la culminación de la lucha del pueblo salvadoreño... más allá de todo los que hemos acompañado al pueblo con nuestro canto tenemos una emoción muy especial, porque nuestra canciones serán concretadas totalmente por el pueblo salvadoreño", me comentó Goizueta con los ojos hinchados de tanto amar.

Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen. Gota a gota la lluvia va calando en el escenario y los instrumentos han tenido que guardarse. Atrás, en las graderías a las cinco de la tarde, arrinconados como en una madriguera, están los y las cantautores nacionales e internacionalista como Karla Lara (hondureña-salvadoreña), que integró en su momento al grupo Cutumay Camones y que ahora han vuelto a cantar a esta su Patria Chiquita. "Sentís que no te cabe la emoción en el pecho...nunca nos habíamos imaginado que esto podía suceder así... te acordás de la gente que ya no está, y agradeces el estar vivo y ver de alguna manera la concreción de ese mismo sueño que ahora estamos viviendo de otra manera", me dijo Karla, llorando.

Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen. La lluvia ha cesado, pero no las consignas, que desde las dos de la tarde retumban en las estructuras del estadio. "El pueblo, unido, jamás será vencido; el pueblo, unido, jamás será vencido..." Gabino Palomares ha saltado de la silla, canta a todo pulmón y con el puño en alto la consigna, mientras arriba el presidente del Ecuador, Rafael Correa, entona con el pueblo en el estadio la Marcha de la Unidad.

Gabino, autor de la Maldición de Malinche, retorna a su silla detrás del escenario a las seis de la tarde. "Es un honor poder estar con ustedes en este encuentro con la historia, poder gozar este triunfo porque la solidaridad del pueblo mexicano durante la guerra fue patente... esta victoria la sentimos como nuestra". Gabino sonríe y abraza a su esposa con el gozo solidario de esta nueva era que se abre en la historia de El Salvador.

La noche del primero de junio se inaugura con los cantos de ayer y hoy, mientras la aurora sale cargada de futuro. En el hotel Grecia Palace, los cantautores cantan y sueñan despiertos en un país con la esperanza a flor de piel y el futuro incierto. Goizueta está en la terraza con los demás músicos, juntos juegan con las claves de sol y las armonías, me mira y con su mirada me repite las palabras del estadio: "¡Felicidades El Salvador!".

Las horas han pasado como las notas en las partituras musicales de los artistas. Marisol y yo hemos vuelto a casa; ella me toma entre sus brazos y como hace 22 años me recuesto en su pecho mientras me entona las canciones de Luis Enrique Mejía Godoy, de Silvio, de Pablo. La miro y la admiro con el fuego en sus ojos, mientras siento la llama nueva en los míos y en los de tanto jóvenes hijos de la guerra que hace unas horas gritaban las consignas, alzaban las banderas, y entonaban orgullosos sintiendo suyos el himno nacional.

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